MAYAGÜEZ, PUERTO RICO – Abigail Matos-Pagán llegó a una casa de color azul brillante en Mayagüez, en donde la recibió Beatriz Gastón, quien en silencio la condujo a la pequeña habitación de su madre. Matos-Pagán llevaba una vacuna contra covid-19 para Wildelma Gastón, de 88 años, quien está confinada en una cama por su artritis y otros problemas de salud.
Wildelma Gastón pidió que le pusieran su rosario en el pecho y señaló su “brazo bueno”, donde Matos-Pagán le inyectó la primera dosis de la vacuna de Moderna. La familia Gastón, compuesta por cinco miembros, respiró con alivio. Aunque la vacuna estaba disponible desde hacía meses, Wildelma no había podido ir a un centro de vacunación.
Según el rastreador de datos de covid de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la tasa de vacunación de Puerto Rico en marzo fue una de las más bajas entre los estados y territorios de Estados Unidos, a pesar de haber recibido más de 1,3 millones de dosis de vacunas. El despliegue puso de manifiesto las disparidades en el acceso a los servicios médicos, y los retos que supone el seguimiento y la comunicación con ciudadanos que viven en lugares lejanos, como Wildelma.
Cada vez que regresaban de la escuela o del trabajo, a los familiares les preocupaba la posibilidad de llevar el virus a su hogar, y la amenaza que suponía para la vida de Wildelma. Durante su visita, Matos-Pagán también vacunó a dos de los hijos de Beatriz, que son estudiantes de la Universidad de Puerto Rico-Mayaqüez.
“Llevamos mucho tiempo esperando este momento”, dijo Beatriz Gastón mientras se despedía con un abrazo de Matos-Pagán, expresando su gratitud por la visita a domicilio. Para ella la vacuna es algo más que una protección contra el coronavirus: le permite a la familia estar junto a su madre.
Para Matos-Pagán, es una nueva misión. La enfermera, que ha liderado tareas de ayuda tras los huracanes y terremotos en Puerto Rico y otros lugares, se ha propuesto vacunar al mayor número posible de personas contra covid en este territorio estadounidense. Algunos residentes de Mayagüez, ciudad situada en la costa occidental de la isla principal, la llaman cariñosamente “La reina de la vacunación” y se presentan en su casa pidiendo ayuda para vacunarse.
Según el rastreador de casos de The New York Times, hasta el 5 de agosto, Puerto Rico suma cerca de 182,000 casos dSegún el rastreador de casos de The New York Times, hasta el 5 de agosto, Puerto Rico suma cerca de 182,000 casos de covid y 2,594 muertes. Algo más del 59% de la población está totalmente vacunada, pero muchos de los que no están vacunados son difíciles de localizar porque viven en comunidades montañosas alejadas, o tienen enfermedades crónicas que les obligan a quedarse en casa.
Hasta ahora, Matos-Pagán ha vacunado a unas 1,800 personas en Puerto Rico, incluidas 1,000 con enfermedades crónicas o postradas en cama.
En los primeros días de la pandemia, la salud de Carmen Blas empeoró y empezó a utilizar una silla de ruedas. Blas, de 78 años, estaba confinada en su casa, en el tercer piso de un edificio de apartamentos, lo que la mantenía a salvo de contraer covid, pero más tarde no pudo encontrar transporte para ir a vacunarse. En junio, sus dos hijos, Lisette y Raymond, vinieron desde Wisconsin para ayudar y llamaron inmediatamente a funcionarios de salud pública para que Blas se vacunara.
“Suelo volver todos los años y esta ha sido la vez que más tiempo he estado fuera. Fue especialmente duro porque la salud de mi madre empeoró y me preocupaba no volver a verla”, contó Raymond, que pensaba prolongar su visita todo el tiempo que fuera necesario.
Matos-Pagán fue a la casa de Blas, en Aguadilla, para administrarle la vacuna. La familia celebró con alegría la vacunación.
“Ha sido muy especial tener momentos personales en la casa de alguien durante la vacunación. Se nota lo mucho que significa para toda la familia”, comentó Matos-Pagán.
La movilización durante una crisis no es algo nuevo para Matos-Pagán. Tras el paso del huracán María, que cortó el agua y la electricidad en toda la isla y se cobró más de 3,000 vidas, Matos-Pagán llevó a cabo evaluaciones comunitarias iniciales en las ciudades más remotas y afectadas de Puerto Rico.
Muchas carreteras eran inaccesibles debido a las inundaciones y a los escombros, lo que impedía a estas comunidades satisfacer necesidades básicas como alimentos, agua, recetas médicas y transporte. Después, tras una serie de terremotos que sacudieron la isla en 2020, dejando a más personas sin vivienda o en estructuras deficientes, Matos-Pagán organizó a las enfermeras locales para que prestaran atención sanitaria a la comunidad. Suministraron a las poblaciones en riesgo sus medicamentos cuando las farmacias cerraron y los equipos instalaron tiendas médicas móviles junto a hospitales que estaban saturados.
“Soy hiperactiva y estoy siempre ocupada en mi vida diaria, pero cuando hay una crisis, estoy tranquila y calmada. Con los pies en la tierra. Siento que estoy donde debo estar”, expresó.
Matos-Pagán nació en Nueva York. Se interesó por la medicina después de ver cómo las enfermeras ayudaban a su madre, que murió por complicaciones de un aneurisma cuando Matos-Pagán tenía 9 años. La muerte de su madre le enseñó que “nada era permanente”, dijo, lo que la ha inspirado a actuar cuando ocurre un desastre y a apoyar a las personas ante la tragedia y la pérdida.
Matos-Pagán regresó a Puerto Rico para estudiar enfermería y posteriormente obtuvo un máster y un doctorado en la Universidad de Puerto Rico-Mayagüez. Gracias a su trabajo, ostenta varios títulos: primera comandante del Equipo de Respuesta a Desastres de Puerto Rico, y directora y fundadora de la Coalición de Enfermeras para Comunidades en Desastre.
Su experiencia en la gestión de profesionales y recursos médicos durante los huracanes la ha llevado a lugares de la costa atlántica estadounidense y del Caribe. Durante la pandemia de covid, fue contratada para ayudar a dirigir el triage (sistema para seleccionar a los pacientes prioritarios que llegan a urgencias) de una unidad de cuidados intensivos, escasa de recursos, en El Paso, Texas, y en una residencia de mayores muy afectada en Maryland.
“No todo el mundo está hecho para esto. Es un trabajo realmente triste y deprimente”, señaló Matos-Pagán. “Pero incluso cuando hay miles de víctimas, se pueden salvar vidas y satisfacer las necesidades básicas de las personas. He visto a las comunidades unirse de manera increíble. Es un reto, pero eso es lo que me hace seguir adelante”.
Y mientras trabaja para inyectar con rapidez más vacunas contra covid en los brazos de los residentes de Puerto Rico, Matos-Pagán se prepara para la próxima crisis. La temporada de huracanes comenzó oficialmente en junio, y estará en alerta para otro posible desafío sanitario hasta finales de noviembre.
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